Las vacunas, incluyendo las que se encuentran en estudio contra el COVID-19, no utilizan fetos ni tejido fetal en su elaboración

  • Este artículo data de hace más de un año.
  • Publicado el 8 de julio de 2020 a las 19:55
  • Modificado el 2 de septiembre de 2020 a las 19:26
  • 6 minutos de lectura
  • Por Julie CHARPENTRAT, Ana PRIETO, AFP Argentina
Publicaciones compartidas más de 1.100 veces en redes sociales afirman que las vacunas, incluyendo las que se encuentran en desarrollo contra el COVID-19, utilizan tejidos fetales que provienen de fetos de “5 o 6 meses”, a los que se extrae con vida del útero y se les “corta” el corazón mientras aún está latiendo. Esta afirmación carece de fundamento. Lo cierto es que en la fabricación de varias vacunas se utilizan líneas celulares —es decir, células replicadas a partir de las originales mediante procedimientos de laboratorio— provenientes de embarazos interrumpidos de manera voluntaria hace décadas, y ampliamente utilizadas en la investigación médica y científica.

“La Dra. Deisher revela que en las vacunas se encuentran fragmentos de ADN humano. La mayoría de las vacunas Covid en desarrollo utilizan tejidos fetales humanos para cultivar el coronavirus”, se afirma en un texto publicado en Facebook. “Para que estos bebés puedan ser utilizados en las investigaciones que se está llevando a cabo, sus corazones deben estar latiendo. Si el corazón ha dejado de latir, el bebé es inutilizable”, añade la publicación, que cita como fuente de esa información una conversación entre Robert F. Kennedy, Jr. y Theresa Deisher para el sitio “Children’s Health Defense”.

“Les cortan el corazón a bebes vivos de 5 a 6 meses de edad de gestación, sin anestesia para experimentos varios y fabricación de vacunas, el corazón tiene que estar latiendo para que se pueda usar”, dice otra publicación. “Para vacunas que además pretenden obligarnos a ponerlas a nuestros hijos... que son cancerígenas y mutagenicas por contener ADN de estos bebes... [sic]”.

La entrada está acompañada de un link a un video de YouTube titulado “Les cortan el corazón a bebés vivos para experimentos”, en el que puede verse poco más de un minuto de una conversación online entre Kennedy y Deisher.

Las mismas afirmaciones también circularon en Twitter (1, 2).

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Captura de pantalla de una publicación en Facebook realizada el 6 de julio de 2020

La entrevista completa fue publicada el 17 de junio pasado en el sitio Children’s Health Defense, administrado por Robert F. Kennedy Jr., abogado ambientalista estadounidense y prominente antivacunas, defensor de teorías largamente desacreditadas, como la relación causal entre las vacunas y el autismo.

La entrevistada, Theresa Deisher, doctora en Fisiología molecular y celular por la Universidad de Stanford, es una activa militante antiaborto y fundadora de Sound Choice Pharmaceutical Institute, una organización sin fines de lucro con sede en Seattle que busca alternativas a las vacunas que han sido fabricadas a partir de líneas celulares derivadas de células fetales

Ella afirma que tales líneas celulares “están contaminadas con ADN fetal humano residual y, en algunos casos, con un retrovirus”. Deisher considera que estas vacunas causan autoinmunidad y pueden estar detrás de casos de cáncer infantil y trastornos del espectro autista.

"Vacunas con ADN o tejidos fetales"

La afirmación de Theresa Deisher y de las publicaciones virales de que las vacunas utilizan “tejido fetal” en su fabricación o contienen “fragmentos de ADN humano” proviene del hecho de que para el cultivo de algunas vacunas se utilizan células de origen humano o, más precisamente, “líneas celulares”. Se trata de células que han sido adaptadas para crecer de manera continua en un laboratorio y que se usan en la investigación.

“Cuando hablamos de una línea celular generalmente hablamos de células inmortalizadas que se dividen en generaciones de manera indefinida, como son las líneas tumorales”, explicó a AFP Factual Magdalena Montt Guevara, doctora en Neurociencia y Ciencias Endocrinas-Metabólicas en la Universidad de Pisa, Italia. “También hay líneas celulares que provienen de células primarias, derivadas de tejidos normales y que se pueden mantener un número determinado de generaciones. Las líneas celulares se utilizan en investigación de manera rutinaria”.

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Un enfermero se prepara para administrar una vacuna BCG en Indonesia en junio de 2020

En efecto, desde la década de 1970 se han utilizado líneas celulares derivadas de células de fetos de embarazos interrumpidos voluntariamente en la fabricación de vacunas, incluidas las vacunas actuales contra la rubéola, la varicela, la hepatitis A y el herpes zóster, como informa la revista Science. Varias vacunas en estudio contra el COVID-19 también usan líneas celulares derivadas de células fetales.

“Al menos cinco de las vacunas candidatas para tratar el COVID-19 usan una de dos líneas celulares fetales humanas”, explica el artículo. Una es la HEK-293, una línea celular de riñón ampliamente utilizada en investigación desde 1972. La otra es la "PER.c6, una línea celular patentada propiedad de Janssen, subsidiaria de Johnson & Johnson, desarrollada a partir de células retinianas de un feto de 18 semanas abortado en 1985”.

Estas líneas celulares no son tejido fetal, como afirman las publicaciones virales. “Un tejido celular es una agrupación de células que comparten ciertas características y que actúan en conjunto y de forma coordinada, desarrollando distintas funciones en un organismo”, explicó a AFP Factual la doctora en Farmacia María Victoria Sánchez, Investigadora del Laboratorio de inmunología y desarrollo de vacunas de IMBECU-CCT-CONICET, Argentina.

“El cultivo celular in vitro donde se producen los antígenos vacunales es un cultivo exógeno que no forma parte de un organismo, por lo que las células no estarían cumpliendo allí una función en forma coordinada”, agregó.

Respecto del ADN residual en las vacunas, no es posible hablar de “consecuencias cancerígenas y mutagénicas” en quienes reciban una dosis de vacuna elaborada a partir de líneas celulares humanas, como afirman las publicaciones virales.

“Las proteínas que se producen en líneas celulares humanas se extraen mediante distintos procesos de purificación que son específicos para esas proteínas”, explicó Sánchez. “En el proceso es posible que queden quizá trazas de ADN, pero afirmaría que estos fragmentos no son dañinos para el ser humano, ya que las vacunas que se producen en líneas celulares humanas llevan años y años en el mercado y han demostrado ser muy seguras y eficaces para prevenir enfermedades tales como hepatitis A o la rubeola”.

Por su parte, Alain Fischer, quien se desempeñó como jefe del servicio de inmunología y hematología pediátrica en el hospital Necker-Enfants Malades, en París, dijo al equipo de verificación de AFP que la idea de que un ADN residual es perjudicial para la salud “es parte de la procesión de afirmaciones falsas y rumores en torno a las vacunas”.

“Los productos administrados son ultra controlados y no son en absoluto peligrosos”, aseguró Fischer, quien actualmente ocupa la Cátedra de Medicina Experimental en el College de France.

Sánchez agregó que la línea celular HEK-293, actualmente utilizada en algunos ensayos de la vacuna contra el COVID-19, ha sido históricamente asociada al aborto. “Pero creo que el riesgo de no vacunar debería superar la preocupación sobre el origen. Esto es especialmente importante de destacar para aquellos padres que por cuestiones morales están poniendo en peligro la vida y la salud de sus hijos y de quienes los rodean”.

¿"Fetos vivos" en la fabricación de vacunas?

En el minuto 12 de la conversación entre Kennedy y Deisher esta dice que es alarmante “la falta de indignación ante el hecho de que nazcan bebés humanos vivos de 5 o 6 meses de gestación, cuyos corazones deben estar latiendo para ser utilizados en la investigación. [...] A estos bebés se les corta el corazón sin anestesia [...] O se corta a través de sus rostros para obtener buen tejido cerebral”.

Deisher no aclara en qué tipo de investigaciones se utiliza esa supuesta práctica, pero toda la conversación con Kennedy versa sobre los presuntos peligros de utilizar vacunas fabricadas a partir de líneas celulares de origen humano.

La afirmación de Deisher y de las publicaciones virales acerca de la extracción de órganos y tejidos de fetos de 5 a 6 meses de gestación para la investigación médica y científica es similar a otras acusaciones hechas por activistas antiaborto contra el programa Planned Parenthood, proveedor de servicios de salud reproductiva, incluido el aborto, en Estados Unidos.

En 2015 el activista antiaborto David R. Daleiden intentó demostrar a través de una cámara oculta que Planned Parenthood traficaba órganos y tejidos fetales humanos.

Al no tener éxito, publicó un video con acusaciones infundadas y montajes engañosos de imágenes y declaraciones filmadas sin consentimiento a miembros de Planned Parenthood.

Ese mismo año un comité parlamentario estadounidense desmanteló punto por punto todas las manipulaciones y afirmaciones falsas contenidas en el video de Daleiden, incluyendo que se realicen procedimientos donde el feto nace intacto para la extracción de sus órganos.

En resumen, varias vacunas, incluyendo algunas que se encuentran en estudio contra el COVID-19, utilizan líneas celulares, es decir, células replicadas a partir de las originales mediante procedimientos de laboratorio, producto de embarazos interrumpidos en 1972 y 1985. No es cierto que utilicen tejidos fetales que derivan de fetos que nacieron vivos y a los que se les extrajo el corazón para la investigación. Las denuncias de la existencia de tal práctica han demostrado ser infundadas.

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